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Clasificación 730 NER 1997
Autor(es) Néret, Gilles
Título(s) Auguste Rodin esculturas y dibujos
Edición
Editores
Lugar de Edición
Fecha de edición


Könemann
Colonia
1997

Notas Libro usado en condición satisfactoria. COMPRA
Resumen BIOGRAFÍA. August Rodin: \La carne de las estatuas \Marcelo Somarriva\Rodin, conocido también como la mano de Dios, fue una figura contradictoria. Aclamado en vida como artista nacional, su trayectoria fue bastante más opaca de lo que podría creerse. Rodin fue controvertido, a pesar de su apego a la tradición. Como se sabe, el hombre también era un sátiro de cuidado.\MARCELO SOMARRIVA\En medio de la confusión de los primeros días de la gran guerra, Rodin, al ver que su vida y patrimonio peligraban, le dijo a una de las tantas personas que se disputaban con mal disimulada ambición el papel de asistirlo: No me pertenezco, pertenezco al Estado de Francia. Es excepcional entre los grandes artistas de la segunda mitad del siglo XIX haber sido reconocidos en vida. En el caso de Rodin esta consagración tan grandiosa oculta, de alguna forma, la realidad bastante más opaca de sus primeros esfuerzos. Es cierto que la escultura, como observó Robert Hughes, imponía al artista del siglo XIX más dificultades que otras expresiones artísticas, pues no era llegar y armar un taller de escultura o esculpir un monumento a la República e instalarlo en una plaza, pero la historia de Rodin, como hombre más grande que la vida, fuerza de la naturaleza o la mano de dios, arrancó mucho más lento de lo que suele pensarse. Hay que tomar en cuenta que Ruth Butler en su biografía Rodin: The shape of genius (Yale 1993) considera que el escultor sólo logró ascender como artista profesional recién en 1889; es decir, cuando tenía 49 años.\Rodin trató tres veces de ingresar a la École des Beaux-Arts sin éxito y sus trabajos iniciales no auguraban un gran futuro. En esos años, el guión habitual de la vida de un escultor promisorio empezaba en la Petite École, seguía en la École de Beaux-Arts y terminaba con el premio Roma. Después de ello podía esperarse la fama. Rodin tomó un derrotero menos expedito, incluyendo una breve pasada por un convento, antes de consagrarse enteramente a su trabajo de escultor independiente.\Rodin comenzó trabajando en el taller de un fabricante de ornamentos y más tarde ingresó a trabajar en el taller del escultor Carrier-Belleuse, donde aprendió como se debía administrar bien un taller lleno de trabajo. Rodin, como Carrier y tantos otros escultores importantes de su siglo, trabajó casi exclusivamente modelando arcilla, en lugar de esculpir cincel en mano, como dicta el lugar común. Cuentan que rara vez talló mármol y que tampoco hizo moldes. Un compañero suyo en este taller recordó, años después, que Rodin no tenía nada de especial, nada que anunciara que llegaría a triunfar. Como sucede en todas las buenas historias de artistas, en la vida de Rodin el héroe tiene su némesis, y aquí se trata del escultor Jules Dalou, condiscípulo de Rodin desde sus inicios y alternativamente amigo y enemigo a lo largo de su trayectoria. Dalou y Rodin se disputaron a codazos el papel de escultor de la nación y de portadores del estandarte de lo nuevo.\\De acuerdo con el perfil que traza Ruth Butler en su libro, se desprende que Rodin era bastante pequeño de estatura, cuadrado y macizo. En su cara resaltaba una nariz prominente -un barco llegando a puerto, según anotó Rilke- y una barba insólitamente larga, que comenzó a cultivar -esto es literal- desde bastante joven. Era un hombre serio, entre el millar de fotos suyas que se conservan aparece sonriendo sólo en una; además de silencioso -no nací para hablar, dijo una vez. Más bien parece haber sido alguien sombrío y propenso al abatimiento. Tenía una inseguridad en sí mismo patológica y una imagen exageradamente pobre de su valor. Su estabilidad síquica era precaria y cada vez que los encargos de trabajos perdían peso Rodin se derrumbaba. Si en sociedad era poco desenvuelto, trabajando, en cambio, podía ser un torbellino de energía e incluso un déspota con sus modelos y aprendices. Tenía además la grave tendencia a comprometerse más allá de su alcance. Según acusa Ruth Butler, Rodin tenía también la tendencia a escabullirse ante las situaciones emocionales problemáticas.\\Rodin pasó varios años de formación en Bélgica. Cuando volvió a París, a mediados de 1870, sus antiguas predilecciones artísticas -Pradier, Perraud y Brian- le parecieron superficiales emulaciones del pasado clásico. Se propuso acentuar su inclinación a trabajar directamente del natural. Necesitaba un maestro y en 1876 partió a Italia a buscarlo. Pienso que el gran mago va a darme alguno de sus secretos, le escribió a su mujer. El mago era Miguel Ángel. Con el tiempo llegó a señalar que el escultor italiano lo había liberado de todo academicismo.\\Estatuamanía\\A lo largo del siglo XIX, la escultura vivió un auge en Francia, que puede explicarse a partir de la relación estrecha que existió entre ella y la naciente república. Como señala Ruth Butler, el siglo padeció de estatuamanía. La república necesitaba conmemoraciones visibles y el ciudadano de la época tenía una necesidad casi religiosa por monumentos que señalaran los eventos relevantes. La república, por otra parte, demostraba su poder enseñando a sus mejores escultores y controlaba las obras que podían exhibirse en el Salón. De los escultores, a su vez, se esperaba que ennoblecieran la imaginación pública y que educaran al pueblo. Por ello, más que el Salón oficial de exposiciones, la verdadera prueba de valía para todo escultor francés era la construcción de un monumento público.\Rodin, que tan poca destreza manifestaba en situaciones sociales, se desempeñaba con bastante astucia en el terreno de las relaciones públicas. Para sobrevivir como escultor era necesario saber quién estaba en el poder y mantener buenas relaciones con él. Rodin se mantuvo cerca de algunas autoridades que lo favorecieron y supo cultivar un trato muy amigable con la prensa. Siempre agradeció las buenas críticas y no tuvo reparos en contestar las que le parecían malas o injustas. Cuando el jurado del Salón de 1877 estimó que su escultura La edad de bronce era un vaciado tomado del modelo natural, Rodin se empeñó en probar ante los jueces que su obra no era literal. Al final logró desmentir la acusación y la escultura fue la primera obra que le compró el Estado. Pero Rodin necesitaba un encargo público. Éste le llegó de manos de Edmond Turquet, el subsecretario de la administración de Bellas Artes, quien le encomendó la construcción de las puertas para un museo de artes decorativas que se pensaba construir. Rodin aceptó y propuso hacer Las puertas del infierno inspiradas en La divina comedia. No se sabe exactamente por qué se le encomendaron las puertas de un edificio inexistente y que no se construyó nunca.\A partir de la década de 1880, la figura de Rodin comenzó a ganar un nombre en el ambiente artístico parisino. A mediados de esa década ya exponía sus obras en galerías comerciales. Fue en una de estas exposiciones donde conoció al escritor y político Octave Mirbeau, quien contribuyó a cimentar su fama de artista desafiante de lo establecido y lo defendió toda su vida.\Sin embargo, hasta la fecha Rodin no había obtenido la comisión de ningún monumento público en París, y no era porque no lo quisiera. Todos sus proyectos de hacerlo habían fracasado. La estatua de Byron en Londres, el monumento conmemorativo a la defensa de París durante la guerra, y los retratos de Lazare Carnot, Diderot y el general Margueritte habían sido desechados por los jurados respectivos. En octubre de 1884 surgió el ofrecimiento de construir un monumento en Calais, para homenajear al grupo de ciudadanos que se entregaron para salvar su ciudad durante la guerra de los 100 años -una historia que recientemente la investigadora Jean Marie Moeglin ha descubierto sería un mito. Rodin trabajaba en seis proyectos distintos al mismo tiempo con la esperanza de que alguno de ellos funcionara. Para ello recurría a sus amistades encumbradas. Así, persuadió a su amigo Turquet, que otra vez era subsecretario de Bellas Artes, para que se acercara al gobierno chileno y le ayudara a conseguir dos encargos que se habían hecho y que conocía a través del secretario de la embajada chilena en París, Carlos Morla Vicuña. Se trataba de un monumento al tío de la señora de Morla, el general Patricio Lynch, y otro a Benjamín Vicuña Mackenna. Rodin mandó maquetas para ambos, mientras participaba en una competencia para construir un monumento al pintor Claude Lorraine. De todos estos proyectos, el único encargo que consiguió fue este último. En ese contexto, no corresponde hablar de la proverbial falta de visión artística del gobierno chileno, tomando en cuenta que Rodin para ese entonces no había levantado ningún monumento público en su país.\Cuando el gobierno argentino firmó un contrato con Rodin en 1894, para construir una estatua a Sarmiento, el escultor ya era un hombre de fama mundial. Al menos, Rodin esculpió un busto de la señora de Morla, Luisa Lynch. Según Luis Orrego Luco en sus recuerdos, habría sido el mismo Rodin quien le pidió a la señora que posara para él en atención a su belleza.\En 1889, el pintor Claude Monet, que tenía la misma edad de Rodin y la barba igual de larga, lo invitó a participar en una exposición conjunta, paralela a la Gran Exposición Internacional. La exposición fue un éxito y la salida, la prensa se refería a Rodin como el Miguel Ángel del mundo moderno.\Balzac\A fines de 1892, Rodin reunió el solo los encargos de construir las estatuas de Víctor Hugo, Balzac y Baudelaire, lo que significaba la honrosa misión de invocar ante el pueblo de Francia a tres de sus más grandes genios literarios. Para ese entonces, Rodin mantenía 6 estudios, en los que trabajan más de diez escultores. El núcleo de cada obra surgía a partir de un modelo de arcilla modelado por sus manos. Una vez que este modelo le satisfacía, lo pasaba a sus asistentes para que hicieran vaciados de yeso y confeccionaran los moldes, a partir de los cuales se hacían reproducciones en bronce o mármol según el encargo del cliente y en el tamaño que éste quisiera. Como advierte Ruth Butler, Rodin no hacía obras únicas, sino que más bien era jefe de un taller. Las ideas y los toques finales eran suyos, mientras que la ejecución de sus instrucciones corrían por cuenta de sus asistentes, algunos de ellos escultores destacados por derecho propio.\A lo largo de su vida, Rodin fue un provocador, aun cuando su arte no significara una ruptura intencionada con el del pasado. Desde la perspectiva del tiempo puede observarse, como señala John Berger, que gran parte del escándalo del arte de Rodin estaba en sus temas y en las interpretaciones literarias que se hacían de sus obras, particularmente en su significado sexual. A pesar de ello, el propio escultor se veía a sí mismo como parte de la gran tradición de la escultura, de la Antigüedad al Renacimiento, y sus gustos lo hacían inclinarse por el arte gótico francés, entre los antiguos, y por Puvis de Chavannes, entre los pintores modernos. A Rodin la idea del progreso le parecía casi repulsiva. Sin embargo, su imagen adquirió una impronta radical en la medida en que se acercaba la fecha del cambio de siglo. Su papel de artista provocador llegó al límite con la presentación de su monumento a Balzac, un trabajo que originalmente le encargó Zola y que demoró varios años en terminar. Su visión de Balzac dividió a la ciudadanía francesa, que ya se encontraba enfrentada en torno a la propia recepción de la obra del novelista, entre naturalistas y clasicistas, y a la polémica generada por el caso Dreyfuss. Rodin sin quererlo se vio en medio de en un conflicto cuyas implicancias lo desbordaban y su nombre pasó a asociarse a bandos que disputaban no sólo por los méritos artísticos de su obra. El Balzac fue para Rodin su obra maestra -nada de lo que he hecho, decía, me ha dejado más satisfecho y nada de lo que he hecho me ha costado más...- y su derrota más estruendosa, a pesar de que su nombre era cada vez más prestigioso, especialmente entre admiradores alemanes, ingleses y norteamericanos, y su trabajo adquiría una dimensión empresarial que lo convirtió virtualmente en millonario.\Mujeres\El período más fértil del trabajo de Rodin fue la gestación de sus puertas del infierno. La obra, cuya ejecución peligraba todo el tiempo y que al final quedó sin edificio, se convirtió en una importante matriz de donde el escultor extrajo buena parte de sus obras más conocidas. El pensador no es otro que un atlético Dante soñando su infierno y los enamorados que se dan el célebre beso, son Paolo y Francesca, condenados por su amor extramarital. El taller de Rodin comenzó a ser visitado por periodistas y curiosos: se empezó a especular en torno al escultor como artista y personaje. Fue también durante la década de 1880 que Rodin comenzó su peculiar carrera de mujeriego. Por hacerle un favor a un amigo escultor que partía a Roma, se hizo cargo de un curso de principiantes formado íntegramente por mujeres jóvenes, una de las cuales era Camille Claudel, que según las fotos no se parecía tanto a Isabelle Adjani, pero que a Rodin le pareció irresistible. El tormentoso idilio entre los dos escultores es una de las tantas historias de desventura sentimental populares que ofrece el profuso anecdotario del arte. Como suele ocurrir, el romance empezó mal y terminó peor. Claudel humillaba a Rodin con una eficacia sobrecogedora y Rodin proyectaba en Claudel un delirio edípico severo que derivó en una paranoia terrorífica. La pobre Camille terminó creyendo que Rodin y sus secuaces la perseguían para matarla. Pero la pareja tuvo momentos apacibles. En una curiosa carta del 12 de octubre de 1886, un Rodin enamorado le dice a su amante que si la comisión para Chile resultaba podrían partir juntos para allá a vivir su idilio.\El taller de Rodin pasaba lleno de mujeres y los celos profesionales y sentimentales se mezclaban explosivamente. Rodin, con su idea de evitar las poses normales -y cierta picardía también-, exigía de sus modelos una disponibilidad total para sus caprichos plásticos, por llamarlos de alguna forma. Tuvo fama de libidinoso, una caricatura de 1913 lo dibuja con patas de cabra bailando apretado con un cuerpo femenino que va desmembrando de a poco, y Mirbeau lo identificó con la bestia de sátiro que aparecía en sus grupos eróticos.\John Berger observó que las esculturas de Rodin, con la excepción del Balzac, sufrían de una terrible opresión en torno a ellas, como si forzara a las figuras a volver a su propio material, de tal manera que si el proceso siguiera éstas terminarían comprimidas en la piedra hasta desaparecer. Berger descarta las explicaciones del propio Rodin basadas en su fusión panteísta con la naturaleza y señala que, tratándose de un escultor tan extraordinariamente dotado y experimentado como él, la explicación sólo podía encontrarse en la estructura de su personalidad. Para Berger, la principal motivación artística de Rodin era el sexo, y no meramente en el sentido freudiano de la sublimación. Rodin, según Berger les ofrecía a las mujeres la promesa de moldearlas y volverlas arcilla en sus manos. Rodin quería perpetuar una ambivalencia entre lo vivo y lo creado de tal manera que lo que era para las mujeres, lo siente por sus esculturas y viceversa. Para Rodin, la arcilla y la carne están fatalmente relacionadas en su mente y se veía impelido a tratarlas como si fueran un desafío a su autoridad y potencia. Rodin era Pigmalión al revés.\Rodin privado\Rodin conoció a su mujer, Rose Beuret, cuando ella tenía 18 años. Al poco tiempo la pareja tuvo un hijo, August, la viva imagen de su padre, a quien sin embargo Rodin nunca reconoció ni le dio su nombre. La relación vista en detalle es descorazonadora, pero desde la perspectiva de su época no es extraordinaria. Manet hizo lo mismo. Rosa Beuret era semianalfabeta y Rodin tenía poco que ver con ella, sólo se casaron poco antes de morir, en un curioso matrimonio armado por terceros para asegurar que el legado de Rodin quedara en manos del Estado.\Un día típico de Rodin comenzaba al amanecer, con el escultor esperando la llegada de su peluquero que se hacía cargo de su barba, luego desayunaba y esperaba a su secretario. Recibía visitas en su estudio y luego trabajaba hasta mediodía, comía y luego se dirigía hasta otro taller. En momentos de mayor exigencia, Rodin podía trabajar el día entero y descansar sólo un par de horas.
Descripción 92 p.

 

 
 
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