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Clasificación CH 864 DE 2002
Autor(es) De la Parra, Marco Antonio
Título(s) El cuerpo de Chile
Edición
Editores
Lugar de Edición
Fecha de edición


Planeta
Santiago
2002

Notas No Conocido COMPRA
Resumen Planeta presenta, de Marco Antonio De la Parra:\El Cuerpo de Chile\Identidad, conocimiento, exposición del ser a partir de ser. ¿Cómo somos los chilenos?, De la Parra afirma que dejaremos de preguntarnos el cómo y el qué una vez que reconozcamos y pensemos nuestros cuerpos, el suyo, el de su vecino, el de su madre, todos los cuerpos de quienes viven o vivieron dentro de nuestras fronteras territoriales, como parte constituyente del Cuerpo de Chile.\Descargue portada y segmento del primer capítulo. \María José López Pourailly\Ser o no ser, ahí encontró Shakespeare la cuestión, ahí en la voz de Hamlet. Tras leer las páginas del último ensayo -esta vez de carácter más bien antropo/sicológico- de Marco Antonio De la Parra, me envuelve una primera gran duda: ¿Podremos los chilenos pensar en ser o no ser, si no sabemos qué somos, si no sabemos cómo somos, si ni si quiera hemos mirado nuestros cuerpos, si no los hemos escuchado, sentido, escrutado, si no logramos reconocer nuestras humanidades corpóreas como parte de Chile? \Es que somos un cuerpo largo y apretado. No cabemos en nuestra tierra. Tenemos una dura y abruptamente salida columna vertebral. Nuestros huesos son nada menos que la Cordillera de los Andes, volcánica y joven, puntiaguda y alta. Llegamos al mar demasiado pronto y Mejillones parece un codo que esconde su mano. Su vientre, ese abultado Santiago de Chile, quizás explique que toda la sangre esté en ese sitio, sus genitales cuelgan como la isla de Chiloé, semicastrado y sus rodillas están hechas trizas para culminar en la fuerte pero fría Patagonia. Cuerpo de grandes pies y cabeza caliente y algo árida, la metáfora geográfica de Chile es excesivamente elocuente, tanto como una histérica de Freud. En este cuerpo de Chile que describe De la Parra, el psicólogo, el médico, el ensayista, es en este cuerpo que habitan nuestros cuerpos, los de los chilenos que aunque queramos presumirnos europeos, o europeizados, somos chilenos; somos lo que somos, no lo que presumimos ser.\Caminamos por las calles de las distintas ciudades de Chile sin sentir el peso de nuestros cuerpos sobre la planta de nuestros pies. Nos movemos sin tomar conciencia del ritmo de nuestra respiración, del volumen que ocupa el aire -más o menos contaminado- en nuestros pulmones. No atinamos a saber qué sabor tienen nuestras bocas, de nuestra espalda nos enteramos cuando la tensión de cuello y hombros no da tregua. No sabemos nuestro cuerpo, no lo pensamos, la máxima concesión que nos permitimos es la arquitectura del mismo: dietas, pesas, masajes reductores, vestimentas de moda (vamos uniformándonos, víctimas de la moda, queremos ser como los otros, nunca como nosotros), cirugías, inyecciones de colágeno, bótox y cuanta cosa algún esteticista de moda -esa palabreja otra vez- señale por televisión que es el último adelanto en belleza.\No hay chileno conforme con su cuerpo, siempre hay algo que arreglar. La cabeza piensa más allá de lo que el cuerpo esté gritando, la cabeza no escucha al cuerpo, ella sólo quiere reformarlo para que se vea como otros dicen que se debe ver.\La sensación de cuerpo mal hecho del chileno se parece a la del adolescente que ve el efecto preocupante de sus hormonas en su cuerpo. Le salen espinillas, se dilatan partes de su cara, crece en forma dispareja, las orejas parecen abrirse como flores y lo sacuden apetitos que ignora cómo satisfacer. Cuerpo inquieto como el de la muchacha que va a sangrar y siente sus pechos tirantes. Quizás, como siempre, más ligada a la tierra, la mujer se sabe sangre desde joven. Se sabe dolor. No necesita ceremonia de iniciación. Chile parece y se comporta como ambos. En algunos momentos es un muchacho que no sabe donde poner las piernas y le queda corta la ropa; en otros es una joven mujer que siente que debe aceptar su definida condición ante un mundo regido por la regla viril. De la Parra no le concede a Chile ni la mínima posibilidad de un lagrimeo, le dice, nos dice, a calzón quitado lo que no queremos oír, lo que no nos atrevemos ni a presentir. ¿Los ingleses de Sudamérica? Ja, menuda broma nos creímos, nadie puede ser tan estúpido, tan ignorante, tan supinamente ingenuo. Si no queremos saber lo que somos, cómo pretendemos ser los que no somos.\En el cuerpo de Chile hay heridas que no logran convertirse en cicatrices, ni a fuerza de Aloe o Rosa Mosqueta. La historia del cuerpo de Chile va reemplazando documentos por monumentos. Los documentos de la verdad de lo sucedido están desaparecidos, siempre insuficientes. El tiempo, la mudez de los micrófonos, el enfoque esquivo de las cámaras hace que nuestra cabeza y nuestro corazón ya no sufran tanto impacto. Olvidaremos las Twin Towers tal como se trabajó el olvido del bombardeo de La Moneda. A lo más un símbolo como el trajinado afiche del Che Guevara.\¿Dónde podríamos ir para saber de nuestras cicatrices? ¿Qué vasta intervención plástica se ha hecho en el país entero? ¿Qué peeling es este que nos deja sin piel, sin la huella de heridas y heridas?\Marco Antonio De la Parra, ya lo dije, no hace concesiones. No espere usted un susurro en sus oídos que le prometa que todo cambiará, que mañana será otro día -esto no es Lo que el viento se llevó, no hay un Tara-, mañana será igual que hoy si no nos decidimos a pensar en nuestros cuerpos, a sentirlos y obedecer sus demandas. A reconocernos como órganos en el cuerpo de Chile, a mirarnos en el espejo y querer, sin pensar, el reflejo que nos regresa. Amar a Chile, amar nuestros cuerpos. A terminar con el servilismo, con la complacencia, con la envidia soterrada, acunemos nuestros cuerpos y acunemos a Chile, no estamos en abandono si nos tenemos a nosotros, si tenemos un pasado que no debemos olvidar.\¿No sería el momento de tocarnos los labios de nuestras heridas con dedos suaves y traducirlos en palabras nobles?\¿No es ya la hora?\No acepto la excusa de dar por pasado lo pasado o dedecir que es demasiado tarde o demasiado temprano. \El Cuerpo de Chile, en el papel donde De la Parra puso su cuerpo -y habría que decir que no evadió el tema de su propio esqueleto y musculatura-, su psicología, sus líneas, está compuesto por cuatro partes fundamentales, a saber: El Cuerpo como escenario, La mutación de Chile, La memoria del cuerpo, y La cicatriz de Chile o la post tortura. Y más vale que se prepare, este ensayo es apenas la versión inicial de una obra mayor: El tratado de la carne.\\.
Descripción 274 p.

 

 
 
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