Colegio Alemán de Santiago
 
 
 
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Clasificación CH 863 GUZ
Autor(es) Guzmán, Luis Emilio
Título(s) Cuentos chilenos de terror
Edición
Editores
Lugar de Edición
Fecha de edición

Norma
Santiago
2010
Notas Libro usado en excelentes condiciones DONACIÓN
Resumen Cuentos chilenos de terror suma nueve relatos de conocidos autores, que se atrevieron a poner su pluma al servicio de especímenes y atmósferas asfixiantes. La presentación será mañana en la Feria del Libro del Parque Bustamante. Entre tanto vampiro que se guardó los colmillos por enamorado, o chupasangres que dejaron de asustar a la comunidad para dedicarse a ajustar cuentas con bandas rivales, definitivamente viene bien un poco de terror de verdad en la literatura de estos días. Eso es lo que ofrece el volumen de cuentos publicado recientemente por Editorial Norma, pero con una gracia adicional: Todos los relatos han sido escritos por autores chilenos. De este modo, nombres como Jorge Baradit (Kalfukura), Marcelo Simonetti (El fotógrafo de Dios) y Francisca Solar (La séptima M), entre otros, reflejan cómo está la mano en el género a nivel nacional, en un libro diverso en temáticas, plumas y hasta en formatos. Se trata de Cuentos chilenos de terror ($6.900), un volumen que reúne nueve relatos de diversa extensión, y que cumple con los requerimientos del estilo que convoca: Los protagonistas tienen alguna siniestra característica sobrenatural, son derechamente especímenes o viven en alguna atmósfera aterradora. Así, por ejemplo, Mike Wilson (autor de la reciente novela Zombie) se mete en la piel de un ser nacido como humano, pero devenido en una repulsiva criatura que se alimenta de personas, y que vive gracias a un siniestro pacto con las mismas. Ítalo y Mauricio Ahumada, en tanto, se salen de la norma, y entregan un relato gráfico (formato que sigue los patrones del cómic) sobre un delirante asesino.\Domingo 4 de Julio de 2010\Nuevo libro Relatos de horror:\El terror en la literatura chilena\Los nueve cuentos del volumen publicado por Editorial Norma retoman una tradición narrativa discontinua, que inaugura la novela Don Guillermo (1860), de José Victorino Lastarria. \Pedro Pablo Guerrero Si con ocasión del Bicentenario se hiciera una encuesta preguntando cuál fue la primera novela chilena, lo más probable es que la mitad de los consultados respondería que no sabe o que no se acuerda, y el resto, con un poco de suerte, mencionaría Martín Rivas.\Todo lapsus, toda brecha en la memoria, es síntoma o indicio. El retorno de algo escondido. Suele olvidarse que una sátira fantástica precede en dos años a la ficción realista que el canon ha consagrado como el modelo y piedra fundacional de nuestra narrativa. La primera novela chilena fue Don Guillermo (1860), y no la edificante historia de Blest Gana que todos hemos leído en el colegio.\En el mundo subterráneo de los espeluncos (anagrama de pelucones ) al que desciende don Guillermo por culpa de un animal fabuloso (el Chivato), hay brujos, muchos brujos, y sus ayudantes son -un siglo antes de El obsceno pájaro de la noche, de José Donoso- los imbunches: esclavos mudos y deformes, fracturados poco después de nacer, con todos sus orificios cosidos, según cuentan viejas leyendas indígenas.\Se le atribuye al escritor inglés Robert Aickman la idea de que el cuento de fantasmas es el último refugio del conspirador. Tras el fracaso revolucionario de 1851, José Victorino Lastarria lo sabía muy bien. Por eso no debe extrañar que un librepensador escribiera cuentos de hadas. Don Guillermo no fue una excepción en su obra literaria, traspasada por lo fantástico.\Tampoco en la narrativa chilena. A partir de la novela de Lastarria surge una tradición esporádica, discontinua y reprimida, paralela a la de matriz realista ensalzada por la crítica. Un legado pertinaz que reaparece en autores tan disímiles, literaria e ideológicamente, como Jenaro Prieto, Manuel Rojas, Juan Emar, María Luisa Bombal, Braulio Arenas, Jaime Valdivieso y Hugo Correa, alcanzando en las últimas décadas las ficciones breves de Héctor Pinochet -elogiadas por César Aira- y varios cuentos de Roberto Bolaño, el fantasma impenitente que hoy recorre nuestra literatura.\¿Qué es el terror?\Lo fantástico cuestiona la realidad en las novelas escatológicas de Nona Fernández ( Mapocho y Av. 10 de Julio Huamachuco ); es abiertamente asumido en las ficciones anticipatorias y mundos posibles de Jorge Baradit ( Ygdrasil, Synco, Kalfukura ); desborda los últimos cuentos de Ignacio Fritz ( Hotel ) y se introduce discretamente como estrategia narrativa en Compases al amanecer, de Germán Marín.\Cuentos chilenos de terror es la afloración más reciente de esta corriente subterránea. Nueve relatos -uno de ellos gráfico: un cómic o historieta- nos enfrentan con el miedo a lo desconocido; aquello que el maestro del género H. P. Lovecraft llamó el horror sobrenatural, término que ha hecho correr tantos ríos de tinta como de sangre, y no sólo de ficciones, sino también de estudios. ¿Pues qué es propiamente el terror en la literatura?\Macarena Areco, profesora de Narrativa chilena e hispanoamericana y de Teoría literaria de la Facultad de Letras de la Universidad Católica, precisa: Si seguimos la definición de Tzvetan Todorov, la más conocida sobre el género, quien plantea que lo fantástico es 'la vacilación experimentada por un ser que no conoce más que las leyes naturales, frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural', el terror puede, según el caso, ser una modalidad de lo fantástico o no, dependiendo de si ocurre la presencia de un prodigio.\En la colección editada por Norma, una historia tan bien escrita como La bestia, de Carlos Tromben, no sería, en el estricto sentido del término, un cuento de terror fantástico si el lector admite que la criatura que acecha un suburbio sureño es un animal salvaje, posiblemente un puma. En cambio, Cenizas de Verón, de Francisca Solar, corresponde inequívocamente al género, puesto que en él hay personajes sobrenaturales similares a vampiros: los huitranalhues, otra horrenda figura de la mitología mapuche.\Más allá de clasificaciones, el terror es un género especialmente propicio para representar, de manera indirecta o desplazada, o más bien refractar, cuestiones candentes de la actualidad. Un medio de expresión privilegiado del imaginario social, puntualiza Macarena Areco.\Desde tal punto de vista, las piezas de Cuentos chilenos de terror alteran la perspectiva ordinaria de la vida cotidiana, pero también la versión oficial de la historia. De todos los relatos, Areco destaca, en primer lugar, Setenta y siete, de Francisco Ortega, por el vínculo entre literatura y política. Rasgo que ya estaba presente en una narración anterior, Santa Graciela, aparecida en la antología Alucinaciones.txt (2007). En su nuevo trabajo, el autor relaciona la Guerra del Pacífico con el pasado reciente y los detenidos desaparecidos.\No es el único texto que pone en duda creencias aceptadas. Si Marcelo Simonetti desmonta en Pájaros el mito bucólico de la vida junto a la naturaleza, ofreciendo una visión nada apacible del espacio rural, Mike Wilson anticipa una visión apocalíptica de la segregación urbana, refrendada con un rito siniestro (Trigo). En el protagonista del cuento Enterrado, de Jorge Baradit, es posible advertir nuevamente las huellas del imbunche, ese monstruo del imaginario chileno tan productivo en el terror fantástico.\Canibalismo y splatterpunk\Si hay un tópico que se reitera en el libro es el del canibalismo. La profesora Areco conjetura en forma preliminar: Esto podría dar cuenta de preocupaciones relevantes en la actualidad, como la idea de ser consumidos, ya sea por el consumo, el trabajo o los medios de comunicación.\Advierte también una dimensión genérica, enmarcada en una tendencia surgida a mediados de los ochenta llamada splatterpunk, literalmente punk que salpica (sangre, se sobrentiende): un tipo de relato que incluye agresividad explícita, torturas, violaciones y desmembramientos.\Se ha planteado -señala Areco- que la inmersión del splatterpunk en lo abyecto sería una reacción frente a la descorporeización propia de otra modalidad característica de los ochenta, el ciberpunk, cuyo escenario principal suelen ser mundos virtuales inmateriales. La recurrencia del canibalismo podría leerse como una reacción frente a la presencia invasiva de los medios de lo virtual o de internet.\Con la disparidad propia de cualquier volumen que congrega autores de talentos desiguales, Cuentos chilenos de terror es una colección hecha ad hoc -no una antología-, editada para el consumo de aficionados al género, posiblemente de la misma edad o menores que los nueve escritores convocados, nacidos entre 1966 y 1983. Este hecho convierte al libro en un escáner de las generaciones actuales y sus miedos más secretos, lo que ya es una buena razón para leerlo.
Descripción 145 p.

Copias

No de registroStatusLugar
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Materias
1.CUENTOS CHILENOS
2.ANTOLOGIA
 
 
 
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